Pagamos nuestro
atrevimiento con cortadas regaños y llagas. La mía en la rodilla, no podía
dormir por el dolor, pero no quería que mi mamá se enterara. Fui a casa de mi
hermana, donde me senté bajo un guayabo. De pronto apareció mi mamá, Alicia -mi
hermana- le dijo que yo andaba rara y ella solo dijo “le duele una canía pero ahorita la voy inyectar”.
Ni chance tuve de correr.
Alicia me arrastró a una cama, encimándose en mí mientras me daba la regañada
que temía de mi Madre. “Pélale la nalga”
ordenó esta, yo empecé a gritar, -cállate o si no, también te voy a dar los
cintarazos que te mereces.
Ni siquiera cuando la
aguja penetró mi carne y lentamente fluía la penicilina, hice ruido. Todavía
estaba boca abajo, gimoteando, cuando sentí que me jalaban la pierna dolorida.
Al lado de la cama estaba una tina y mi Madre ya estaba tallándome la llaga. Me
talló como si fuera cochambre de la estufa, el respeto a su autoridad me impedía
gritar. Por fin me empezó a enjuagar y secar, para finalizar me rellenó la
herida con un poco de polvo de penicilina y me puso una gasa. Yo pensaba que
ahora si me iba a regañar. Pero ella me cargó en sus brazos sin decir nada y me
acunó dulcemente.
Así era mi Madre, la más
dulce y la más temible. No me amonestó sobre meterme en los charcos ni me
explicó por qué me inyectó, por qué usó jabón Zote y mucho menos me dijo
palabras dulces. Al contrario, estaba haciendo burlas sobre las tonterías que
grité para que no me inyectara y por haber querido esconder lo que me pasaba. A
mi mamá no le pasó por la cabeza llevarme al Doctor y mucho menos, como veo
actualmente, explicarme detalladamente lo que sucedía, para que no me traumara.
Jamás me volví a meter a
un charco y desarrollé pavor hacia las inyecciones. Por culpa de esa llaga no
fui la primera semana del nuevo ciclo escolar y cuando regresé, supe que
algunos niños habían dicho que andaba de canalera y que mi llaga era
contagiosa. No me importó. Tampoco me importaba no salir a jugar, me ponía a
leer el periódico o mis libros de texto.
Hoy recuerdo ese hecho
con agradecimiento, nunca puedo ser como mi Madre para esas cuestiones, soy
incapaz de hacer una curación, ni siquiera de exprimir un barrito. Hace
algunos años intenté curarme un Lilium y
lo que conseguí fue una infección tremenda, una microcirugía sin anestesia y un
parche de pirata.
Con mi único ojo podía
verla, sonriéndome con indulgencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario