jueves, 11 de agosto de 2022

Curación maternal

 

8/oct/2013

Frente a mi casa había un llano. Cuando llovía, la calle se convertía en una alberca gigantesca, en ella desfogaba toda el agua proveniente del fraccionamiento vecino, su pavimento conducía el agua hacia nosotros, dándonos una de las más grandes alegrías en mi memoria infantil. Nos metíamos en ella con miedo de los vidrios y de los sapos. Cuidando de no mojar la ropa para no ser regañados, aunque nunca faltaba el que se zambullía gritando: ¡Chocomilk!

Pagamos nuestro atrevimiento con cortadas regaños y llagas. La mía en la rodilla, no podía dormir por el dolor, pero no quería que mi mamá se enterara. Fui a casa de mi hermana, donde me senté bajo un guayabo. De pronto apareció mi mamá, Alicia -mi hermana- le dijo que yo andaba rara y ella solo dijo “le duele una canía pero ahorita la voy inyectar”.

Ni chance tuve de correr. Alicia me arrastró a una cama, encimándose en mí mientras me daba la regañada que temía de mi Madre. “Pélale la nalga” ordenó esta, yo empecé a gritar, -cállate o si no, también te voy a dar los cintarazos que te mereces.

Ni siquiera cuando la aguja penetró mi carne y lentamente fluía la penicilina, hice ruido. Todavía estaba boca abajo, gimoteando, cuando sentí que me jalaban la pierna dolorida. Al lado de la cama estaba una tina y mi Madre ya estaba tallándome la llaga. Me talló como si fuera cochambre de la estufa, el respeto a su autoridad me impedía gritar. Por fin me empezó a enjuagar y secar, para finalizar me rellenó la herida con un poco de polvo de penicilina y me puso una gasa. Yo pensaba que ahora si me iba a regañar. Pero ella me cargó en sus brazos sin decir nada y me acunó dulcemente.

Así era mi Madre, la más dulce y la más temible. No me amonestó sobre meterme en los charcos ni me explicó por qué me inyectó, por qué usó jabón Zote y mucho menos me dijo palabras dulces. Al contrario, estaba haciendo burlas sobre las tonterías que grité para que no me inyectara y por haber querido esconder lo que me pasaba. A mi mamá no le pasó por la cabeza llevarme al Doctor y mucho menos, como veo actualmente, explicarme detalladamente lo que sucedía, para que no me traumara.

Jamás me volví a meter a un charco y desarrollé pavor hacia las inyecciones. Por culpa de esa llaga no fui la primera semana del nuevo ciclo escolar y cuando regresé, supe que algunos niños habían dicho que andaba de canalera y que mi llaga era contagiosa. No me importó. Tampoco me importaba no salir a jugar, me ponía a leer el periódico o mis libros de texto.

Hoy recuerdo ese hecho con agradecimiento, nunca puedo ser como mi Madre para esas cuestiones, soy incapaz de hacer una curación, ni siquiera de exprimir un barrito. Hace algunos años intenté curarme un Lilium y lo que conseguí fue una infección tremenda, una microcirugía sin anestesia y un parche de pirata.

Con mi único ojo podía verla, sonriéndome con indulgencia.



 -"Antología de autobiografía"

Coordinado por Dr. Jesús Noriega, con textos del Taller de creación literaria Poetas narradores


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