jueves, 11 de agosto de 2022

La navidad mas fría



 

 Aquel año hizo mucho frío, lo recuerdo bien… Aunque estábamos felices de vernos, en el fondo todos pensábamos en nuestros propios hogares y confortables camas. Por supuesto que nadie dormiría cómodo esa noche, lo malo era que algunos no disimulaban su molestia, se quejaban de la música, de los niños gritando y algunos hasta pedían una pastilla para el dolor de cabeza.

Sólo ella se veía genuinamente feliz, preocupada de que todos comieran. Caminaba por la casa acariciando a los niños, dejándose abrazar y dando consejos a diestra y siniestra.

Paraban la charla que mantenían en la cocina cuando se acercaba, no querían preocuparla con incidentes de sus familias y pensaban que ella no notaba sus gestos cansados y un poco amargados.

Afortunadamente, en cada familia hay alguien que pone ambiente, no faltaba el nieto que la sacara a bailar, y ella bailaba, ¡Como de que no! Era su mero mole, hasta hacía un par de años aguantaba toda la noche bailando banda, pero desde que su corazón se quejó y la mantuvo en cama un mes se había vuelto prudente, bailaba muy suavecito, por breves momentos, solo para sentir que su alegría seguía viva en el espíritu de los más jóvenes.

Otra cosa que echábamos de menos eran sus tamales, ya no podía hacer nada sin ayuda y prefería no molestarnos. Todos la miramos con ojos resplandecientes cuando empezó a hacer buñuelos, sonreía orgullosamente mientras amasaba. Sus movimientos eran cuidadosos, concentrada en su labor, parecía sentir un leve dolor al aferrar el bolillo,  luego, empezó a dorar las finas ruedas de masa, que posteriormente depositaba en  una caja de cartón. Ah, cuantos años hacía que no veíamos un cartón de buñuelos. Su carita se veía llena de alegre anticipación.

Uno de los sobrinos agarró uno, recibiendo un cariñoso regaño, lo mordió y casi al mismo tiempo lo escupió, con un gesto de profundo asco y gritó: ¡Abuela! ¿Qué les echaste?  Ella lo miraba azorada, tomo un trozo del buñuelo y lo probó, su cara reflejó desagrado, tristeza y decepción mientras dijo -sabe a insecticida. Varios lo probamos para corroborar sus palabras, sintiendo más que nada tristeza por todo su esfuerzo desperdiciado.

Nunca supimos cómo se contaminó la mezcla, ella dejo su labor, se lavó las manos y de repente  dijo – Ya no sirvo para nada, mejor me voy a dormir. De inmediato la atraje hacía mí, la abracé muy fuerte, le dije que no podía dormirse sin bailar conmigo y los demás también trataron de consolarla, bromearon, la abrazaron y definitivamente pararon de quejarse. Me prometí que el próximo año haría los buñuelos, es más, haría hasta tamales para ella por primera vez.

Ese día no ha llegado, la siguiente navidad fue muy difícil, sobró comida, logramos ponernos de acuerdo sobre donde reunirnos después de meses de incertidumbre y al final íbamos llegando como polluelos asustados, abrazándonos más fuerte que nunca. Ya nadie nos regaña por no comer, nadie pone las viejas cortinas navideñas y nadie pasa en vela la nochebuena sólo para asegurarse de que todos alcanzamos un lugar para dormir.

No sé si algún día cumpla la promesa y alimente a mi familia con esos manjares navideños, pero estoy segura de que el sabor más delicioso es el del amor, el abrazo más puro, el de nuestra madre y la tristeza más grande pasar la primera navidad sin ella.



 -"Antología de autobiografía"

Coordinado por Dr. Jesús Noriega, con textos del Taller de creación literaria Poetas narradores

 

 

 

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